Resumen:
Se discute el impacto para la enseñanza de la información y la documentación de un reciente estudio de Richard Arum y Josipa Roksa (2011) sobre fa adquisición de competencias básicas como el razonamiento crítico, el razonamiento complejo o la escritura, que posteriormente resultan claves en el desempeño laboral en los puestos de trabajo mejor pagados. No basta con animar a los estudiantes a ser críticos y creativos, sino que el docente -o al menos algunos docentes- tienen que promover que los estudiantes desarrollen esas competencias, ayudándoles a leer abundante material de calidad superior, a comparar e integrar ese material, a aplicarlo a situaciones nuevas y a redactar sus ideas de forma adecuada.
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García-Marco, Francisco-Javier. «Enseñar para la profesión o para la ciencia, ¿una falsa disyuntiva?». Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. 22-27.
No existen argumentaciones difíciles
Para ser sincera, lo que siempre he opinado es que no existen las argumentaciones difíciles. Una argumentación siempre ha de ser fácil, porque el objetivo es comunicarla, que los otros la entiendan. Únicamente es difícil de explicar aquello que uno/a no entiende. Es infinitamente más difícil explicar un concepto con palabras sencillas que con abstracciones y conceptos de “alto nivel» que en el fondo te están diciendo que si uno/a no entiende algo, es que uno/a es tonto/a, cuando realmente lo que indica es que el que argumenta tiene una empanada mental de cuidado.
Mis mejores profesores, los que recuerdo en el alma y para siempre, fueron aquellos (contados, por desgracia para mi conocimiento), que supieron seducir y ampliar mi mente explicándome bien las cosas.
Así que, ante tanta, tanta ciencia, tanta abstracción y tanto concepto de alto nivel, me declaro tonta, de verdad, de remate.
Existen conceptos difíciles que se deben trabajar
Estoy contigo totalmente, Roser, la labor del profesor es hacer de lo difícil lo más fácil posible, ahorrando esfuerzo al que aprende y nunca poner trabas en el proceso de aprender. Es verdad que somos personas falibles y por muchas causas erramos.
Por otra parte, sigo afirmando que hay cosas difíciles y que nos cuestan (a mí por lo menos), y conceptos, por ejemplo el de información, que aún sigo trabajando y trabajando.
Construir una identidad profesional acorde a la demanda del mercado internacional
Me pregunto hasta qué punto la formación académica en biblioteconomía y documentación, y el colectivo de profesionales vinculado a ella, pueden permitirse una disyuntiva entre formación para la profesión y formación para la disciplina o ciencia, según plantea Francisco-Javier.
Tal como yo lo veo, el objetivo prioritario de la formación académica de los profesionales de la información en España es la construcción de una identidad profesional acorde con la demanda del mercado en cada momento, y su integración en la estructura organizacional y empresarial a través de las múltiples facetas que ofrece la gestión de información. Y al hablar de mercado, evidentemente no circunscribirlo al mercado nacional.
El verdadero debate en tal caso para mí sería si las instituciones académicas están orientadas a este objetivo y en qué medida trabajan conjuntamente con las empresas para conseguirlo.
La función de la formación académica no es sólo definir identidades profesionales
Efectivamente, al poner entre interrogantes “¿una falsa disyuntiva?” quiero insinuar que lo es, y que hay que reequilibrar los métodos docentes en nuestra área para atender dos necesidades complementarias.
Los profesionales no debéis entender esto como una propuesta de alejarnos de la profesión sino de servir mejor los intereses a largo plazo de los estudiantes.
Como comprenderás, estoy plenamente en la dirección de promover la empleabilidad y el desarrollo de la profesión en España. El problema es de enseñanza.
Lo que es adecuado para la formación permanente (cuando se supone que ya se han alcanzado los estadios superiores del pensamiento en el dominio específico de actividad) no es necesariamente adecuado para la formación inicial y, por supuesto, tampoco para formar para la investigación, que aunque tiene una importancia reducida también es un objetivo importante en la academia.
Bajo la presión de las empresas y los directivos de las instituciones públicas, hemos asumido el reto de tecnificar los estudios, y estoy satisfecho y orgulloso de los pasos dados, pero eso no debería ir en contra del desarrollo de las competencias genéricas que, todo sea dicho, luego son las que más reclaman los empleadores, porque son las que aseguran la adaptabilidad en un medio cambiante.
Tampoco creo que la función de la formación académica sea sólo definir identidades profesionales, sino también formar a los jóvenes y a las personas que deciden ampliar su formación para que puedan encontrar un empleo, y eso exige una buena formación de alto nivel, no convertirlos en simples aplicadores de normas para que trabajen para otros y queden anclados en el escalón inferior de la división del trabajo de su profesión.
Por supuesto, en ningún caso deben dejar de conocer esas normas y de aplicarlas de forma excelente, pero tampoco deben quedarse sólo ahí.
Igual el debate tal y como está planteado en este momento nos lleva hacia consecuencias no deseadas, como indican los estudios citados en el mensaje. Quizá la balanza se está desequilibrando en la otra dirección. Para mí el debate es ahora el equilibrio entre la formación en competencias genéricas y específicas, incluyendo en estas últimas también el acceso, si quiera limitado, a los modelos más exigentes de nuestra disciplina desde un punto de vista teórico.
Hace falta poner los pies en la tierra
Mi intervención va en la línea de lo que ha comentado nuestro colega Eugenio. Veo clarísimo cuál es el camino en la formación de los profesionales de la información; observar el entorno en el que nos vamos a tener que integrar cuando finalicen nuestros estudios. Se trata de vigilar de cerca qué demanda el mercado de trabajo en particular y la sociedad en general, y realizar una formación en esa dirección.
Las nuevas tecnologías está acarreando la aparición de muchas profesiones que no sólo podrían sino que deberían estar copadas por titulados de nuestro área; y no sólo eso, estos titulados deberían tener formación universitaria en ese sentido.
Hace falta una actualización constante en los currícula, en los planes de estudio, en los programas de las asignaturas, etc. Incluso hace falta poner los pies en la tierra, observar el mercado y adelantarse a las necesidades del mismo en lo que a formación de profesionales ser refiere. El problema de todas formas es de difícil solución, esta cuestión está muy enquistada en nuestra universidad que desde hace años anda despistada siguiendo su camino sin prestar atención a lo que la sociedad viene demandando. La universidad y sus componentes están librando otras batallas que nada tienen que ver con la formación de profesionales a demanda del mercado.
El practicum es fundamental, no puede ser un mero trámite
Del ThinkEPI de Francisco-Javier García-Marco, me gusta especialmente el comentario sobre el error de relacionar el pensamiento crítico con una mera actitud. Y es que no hay innovación eficaz sin conocimiento previo, sin vivencia.
Cuando en un centro entra un nuevo equipo directivo que quiere renovarlo todo sin pararse a considerar el pasado inmediato, se le suele aplicar el dicho del elefante en una cacharrería. Y frecuentemente son actitudes que utilizan la etiqueta del cambio para disfrazar que lo que se pretende es evitar riesgos y no asumir responsabilidades contraídas por otros; y en el camino se arrasa con identidades y fortalezas de las instituciones.
Entrando en la disyuntiva sobre la formación para la profesión o para la ciencia, a mi juicio hay dos elementos clave del sistema universitario que deberían contribuir a la simbiosis entre ambos enfoques, pero que necesitarían ser revalorizados:
– El practicum. Es fundamental y no puede dejarse para el último año, como si la práctica se disociara de la teoría. Y sobre todo no puede ser un mero trámite, y las instituciones que acogen estudiantes tienen una importante responsabilidad que no es sencillo que asuman sin compensación.
– El rol de los profesores asociados, que podría limitarse a impartir contenidos muy ligados a su cometido profesional, probablemente optativas en planes de estudios mucho más flexibles que pudieran formalizarse en función de oferta y demanda. En vez de ello, la sensación es que esta figura es un mero modelo de contratación barata para las universidades para cubrir cualquier tipo de puesto e impartir cualquier tipo de contenido no necesariamente relacionado con la experiencia de la persona contratada (una vez contratada pasa a ser un profesor más al que se le exige cubrir un número de créditos que frecuentemente supera lo que puede relacionarse con su experiencia laboral, por lo que el sistema de contratación tiende a pervertir su sentido ideal).
Es necesario el conocimiento de otras materias
Como estudiante por libre (y por la universidad de mi localidad) y por experiencia, prefiero la especialización o el máster tras haber realizado los oportunos estudios del grado específico. El mundo es así de complejo. Es imposible abstraer todo de todas las materias y saberes en algo como el concepto de “información”, válido tanto para un roto como para un descosido, o subiendo un grado de complejidad en el de “documentación.
Creo que es necesario el conocimiento de otras materias o una en concreto antes de especializarse en bibliotecas, documentación e información y gestión de la información.
¿Quién forma al que forma?
Continuando con el debate, permitámonos una abstracción a riesgo de que se considere simplista.
¿Con quién montaríamos cada uno de nosotros un pequeño negocio?; con quién acometeríamos un proyecto orientado, digamos, la propia subsistencia, en el que invertir tiempo y dinero?
Lo digo para no pensar siempre en el empleo por cuenta ajena, ya que puede distorsionar el tema.
Probablemente elegiríamos a alguien que nos diera seguridad; y seríamos elegidos también por el mismo criterio. Sé que es un concepto muy abstracto, pero estoy seguro de que todos sabemos a qué se refiere. Es un factor que también juega un papel fundamental en las entrevistas de trabajo. Quien esté habituado a realizarlas sabrá identificarlo. Y es difícil de definir.
La universidad tendría que estar orientada a conseguir profesionales capaces de ser percibidos de esta manera en un entorno profesional. Y estoy de acuerdo en que esto requiere una formación integral que va más allá del manejo de técnicas o la incorporación de competencias genéricas a las que ser refería García-Marco. Es algo mucho más complejo que requiere también una estructura de formación de mayor complejidad y un profesorado entrenado para ello.
De la misma forma que nos planteamos, en el ámbito de la salud y la convivencia con personas dependientes, quién cuida al que cuida, también aquí deberíamos plantearnos quién forma al que forma. ¿Reciben los profesores de universidad formación en este sentido? Lo desconozco, pero lo vería extremadamente necesario. Y esto nos lleva de nuevo por otro camino a la imperiosa necesidad de conectar la universidad con los empleadores a los que tantas veces se ha hecho referencia. Esta conexión debe buscarse desesperadamente, es el vínculo por el cual puede garantizarse el tránsito desde la etapa universitaria a la del ejercicio profesional. El necesario replanteamiento del enfoque del practicum y de la figura del asociado que mencionaba Luis Rodríguez-Yunta son sólo algunas de las diversas opciones posibles.